Es una tortura para aquellos que «se mudan mal» tener a un vecino que, ya sea al lado, enfrente o cerca, carece de la suficiente educación como para creer que su música es del interés del vecino.
Cuando llegan, no les importa el barrio, el residencial, los ancianos o la mujer que intenta que duerma un recién nacido. Llegan con la mala educación a cuestas que va más allá de los estudios, ya que el respeto al derecho ajeno es la paz, y un vecino que irrespete la paz del colindante es, como mínimo, una persona mal educada.
La República Dominicana reconoce este tipo de personajes y actitudes irrespetuosas que, no pocas veces, desembocan en desgracias. ¿Por qué querrías invadir mi casa con tu música maldita o, peor aún, con ruido?, porque cuando se exceden los decibeles, muchas veces es simplemente porque, como persona, no pueden mostrar nada más que sus «accesorios» ruidosos al no tener temas de conversación interesantes, cultura que exponer y peor, buenos gustos (casi todos los ruidosos son fans a lo peor de los géneros y líricas).
La Justicia reconoce que la invasión de música más allá de los niveles correspondientes es un «delito medioambiental», y el presidente Luis Abinader ha creado, siguiendo la ley, la brigada especial antirruidos.
Ahora es necesario dar instrucciones a la población para poner fin a esta pandemia que algunos promueven y que evidentemente carecen de educación, respeto por los demás y seguramente otras deficiencias que no es necesario abordar.
El comportamiento del buen vecino parte de que cada quien viva en su casa sin necesariamente querer demostrar lo inadecuado que es constantemente.